miércoles, 3 de julio de 2013

Los monos bonobos



Te llamé ahora en la tarde, pero creo que habías salido. La puerta de tu casa estaba cerrada y tu hermana seguro estaba dormida en la parte de arriba del camarote. Como no respondiste, caminé por el bosquecillo ese que queda por tu casa y descubrí unas frutitas rojas del tamaño de tus manos. ¿Las conocés?

Te llamaba para contarte sobre un grupo de científicos japoneses que han estado estudiando a los monos bonobos en el Congo, en la parte sur del Congo, se llega hasta donde ellos cruzando un río. No sé muy bien por qué me era tan necesario hablarte de los monos, más ahora que no hablamos. Fue hace mucho que me llamabas y decías “Pasame la canción más bonita que conozcás y yo también te paso una y las oímos con mucha concentración como confiando en el otro.”

Los japoneses de los que te cuento están haciendo cosas sorprendentes en el centro de África. ¿Sabés dónde queda el Congo? Yo creo que sí, era tu hermana la que preguntaba la otra noche en qué continente estaba Camboya, entonces tal vez a la hora de la genética ella tomó los problemas geográficos y vos los comunicativos. Perdón, eso fue grosero.

La gran noticia es que los japoneses, un grupo de 5 o 6 científicos, están iniciando a tener conversaciones con los monos bonobos, conversaciones verdaderas, sobre eso era el artículo. Esto no es una historia de ciencia ficción, aunque parezca. Tampoco es ficción ficción, te digo que es verdad, me encontré el estudio ayer que estuve en la U.

Yo no estudio biología ni nada, vos sabés eso, y tampoco es como que tenga una gran afinidad por estos temas, lo que pasó es que, mientras caminaba por la universidad, manteniendo un poquito la esperanza de que aparecieras por ahí y no tuvieras otra opción que decirme hola-cómo-está, un hombre que repartía panfletos, cuando me vio extender la mano, sacó rápido de su maletín un ramo de hojas bond y me lo dio. De reojo vi que los volantes que repartía eran sobre promociones en una peluquería de por ahí. Me hubiera servido ese volante.

Yo no sabía que los bonobos existían. De hecho, el artículo decía eso, que mucha gente no sabía que existen dos tipos de chimpancés, uno es el normal, el que vos y yo conocemos, que tiene carilla como de nosotros pero con pelo y está este otro, el que no conocíamos, los bonobos que me interesan un montón ahora. Lo que los japoneses han descubierto probablemente ha causado una revolución en el mundo científico y fijo todo mundo está emocionado, pero eso a mí no me interesa tanto. Me interesan los bonobos y su comportamiento en sociedad, este tema fue secundario en el estudio de los japoneses, pero a vos te lo cuento porque seguro te interesan. Hay cosas que solo nos interesan a nosotros dos, ¿has visto?

Caminando con el artículo científico sobre los monos bonobos llegué hasta las bancas afuera de la facultad donde estudiás y me senté a aprender y a montar guardia con la esperanza ya cortita. Me agarró desprevenido el título del artículo, entonces no tuve oportunidad de no leerlo, sabés. A mí me pasa así, las cosas cuando me sorprenden me atrapan.

“El chimpancé Jun le preguntó que si siempre había sido fiel”

¿Cómo van a titular así de lindo y no esperar que el artículo solo lo lean gente como vos y yo?

Los dos bonobos principales del relato eran un chico y una chica. Bueno, en realidad no había personajes principales, era un artículo científico sobre un descubrimiento importante, pero yo no leo las cosas como la gente. Me aburriría mucho si lo hiciera así. Entonces te cuento, el bonobo chico se llama Jun, porque nació a finales de Junio. Tiene 8 años y su comida favorita es pan con unos insectillos morados que encuentra debajo de piedras. Ella, conocida como Ei 93, tiene 7 años, pasa las tardes jugando en los árboles más altos y recolectando comida para sus hermanos. Si yo tuviera que agregar algún dato al artículo pondría una notita que diga “Se ve que Ei 93 es una muchacha toda buena”. Pero fijo los editores quitarían esa nota porque no tiene sentido.

Te decía que ellos, los monos, viven en un país que se llama la República Democrática del Congo. Su grupo está compuesto de 30 miembros, más o menos. Son especiales, te digo, estos monos. No pelean, no pelean los monos. Nunca, es rarísimo verlos enojados. Te paso esta cita del artículo para que te sorprendás como yo:

“Observaciones en el hábitat de los chimpancés comunes han revelado la tendencia al conflicto físico entre las comunidades y machos foráneos, dichos conflictos muy comúnmente acaban en muertes. Esto no aparece en el comportamiento de los bonobos, de hecho es usual que resuelvan sus conflictos a través de contacto sexual.”

Ellos se dicen perdón, se abrazan, no compran lotería, nadie pelea con nadie, y si pelean luego se arreglan bonito. ¿No creés que podemos aprender mucho de ellos? Y no estoy inventando nada, te puedo enseñar la muy rigurosa investigación de Kano Takayoshi y de Sandin Jo. Si estos monos estuvieran en Cuba, sería otra historia. Allá en el Congo las cosas pasan distintas, tienen monos que hacen familias.

Hoy, sentado en un lugar que no conocés, pienso que los monos bonobos podrían convertirse en mi leitmotiv, porque tengo que ocupar en algo el tiempo que usaba para pensar en nosotros dos yendo al Museo del Niño, o para pensar en vos contándome cosas de tu pueblo o pensando en la siguiente historia de mi infancia que me gustaría contarte. ¿Ya te hablé de la vez que las hormigas zompopas arruinaron el queque de chocolate de mi cumpleaños 14?

Yo ya le conté a mis amigos por donde habías estado vos cuando tenías 16 años, que tu pelo ha aprendido a cambiar de parecer, como vos, que tus piernas no te gustaban y les conté más cosas que por acá no te debería decir, era como si ellos y yo fuéramos científicos japoneses, pero la diferencia era que solo a mí me interesaba lo que estábamos estudiando, ellos nada más aguantaban mi habladera porque son mis amigos y saben lo feo que se siente esto. Uno me dijo algo como “cuando desaparecen las cosas es que empieza el misterio” como si después de eso yo me fuera a quedar callado y ya, pero yo le dije muy serio y todavía me siento orgulloso de lo que le dije “yo quiero conocer más del misterio”.

Ahora que lo pienso, me agarrás decaído. Le doy demasiada vuelta a las cosas ¿Me equivoqué con la llamada? Tal vez debí llamarte para decirte que tengo un leve caso de amor no correspondido. No hablar sobre vos, sino mentirte. ¿Eso habría hecho las cosas mejores?

Si yo fuera un bonobo y supiera no pelear y solo ser pacífico y comunicarme con las personas, y dar abrazos y me llevaran un día a hablar con japoneses lo primero que les diría sería “¿Todavía existen los Hombres G?”.

Tal vez esa sería una forma para que vos y yo podamos volver a hablar. Ser bonobos, imaginarnos en una selva de árboles altos y secos. Un montón de gente rodeándonos, un montón de monos que serían gente para nosotros y diciendo cosas. “La anda” –  “¿Quién quiere jugo de pera?” – “ocupo que alguien me ayude a enrolar”

Y todos se ayudarían y nadie vería mal a nadie y compartirían y jugarían y se darían las manos y besos y se tocarían la punta de los dedos de las manos y la punta de los dedos de los pies.

Tal vez debería volver a llamarte con menos explicaciones y nada más contarte una historia. Hacer como que volvemos a estar un jueves por la noche en el sofá cama de tu casa, donde las visitas duermen.

“Cerca de un río están dos bonobos. Uno le toma la mano al otro. Desde algún lugar de la selva les llega música. No se asustan, todavía no se asustan. Se hablan bajito al oído. En otras condiciones no podríamos oír qué se dicen, los veríamos desde lejos, pero como esto es un cuento te puedo contar lo que se dicen.
“Qué pesada está tu mano” – “mirá como hago para dibujar en tu cuello” – “qué será que se hace de noche y nada que se va la luz” – “quién fue el primero que te dijo que sos linda” – “por qué te importa que los monos sean cursis” – “por qué te importan los monos”

Y se hablan así por horas los monos y ese día no se meten mano a pesar de que generalmente lo hagan mucho, nada más se sientan juntos y se hablan. Pero llega el momento en el que uno dice “ya no nos contemos más cosas” Y en eso se quedan callados y nadie tiene chance de responder nada porque se empiezan a levantar y a caminar un poquito separados, lo suficiente para que sea inútil intentar hablar, porque no se oirían, los monos ya no se podrían oír porque estarían un toque largo entre ellos, como a metro y medio o un poquito más y eso en los bonobos (y en realidad en todos los primates incluidos nosotros) es suficiente para que la comunicación se vuelva imposible.”

Ya no sé qué más pasaría. Es decir, sos vos ese mono. Yo soy el otro.

Ser monos bonobos a ratos sonaba como una buena idea, pero fijo esto no es así de fácil. Lo bonito es pensar que si fuéramos bonobos yo podría ir hoy a donde vos estás y contarte nuestros problemas (como si no los supieras ya, como si no pasaras pensando en eso) y te agarraría tu culito de mona y te daría un beso en tus orejas de mona y nos arreglaríamos ahí, debajo de un árbol o cerca de un río que nos haga música. Pero no lo somos y ya ha pasado un rato desde que nos abrazamos y te di un beso en el cachete queriendo darte un beso en el cachete.


Entonces si hoy yo fuera el otro mono bonobo del cuento, te diría lo que te diré la próxima vez que hablemos “chau bonita, gracias por contestar”.

1 comentario:

Unknown dijo...

Qe estupido,poner a Cuba en esto,como si no existiera Aiti,