lunes, 28 de enero de 2008

Dios me concedió un destino oscuro, ni siquiera cruel. Simplemente oscuro.

A veces siento que no me queda nada más que dar en esta vida y cada golpe en el alma son los llamados de la tumba. Siento que me dicen que arda y no deje más que ceniza, que me entregue a nuestra madre. Tal vez eso sea lo que deba hacer. Volver a ser uno con la tierra, dejar que me ciña su vientre y no me aparte más, que deje la carne y me vuelva aire para que nadie me sienta y solo yo me deje palpar. Pocas cosas hacen que esto vuelva a mi cabeza, sin embargo, de nuevo vivo este momento.

Me encuentro rodeado de angustia y recuerdos, que me van atando y siento que me incineran en un ataúd, me encuentro en el polvo, en las cenizas, pero logro encontrar mis manos, no comprendo, pero aquí están. Mis brazos se vuelven más fuertes, pierdo la vitalidad pero sin embargo ahí están, grandes y vigorosos. No comprendo de nuevo, pero pienso, la muerte y la vida me traen a este lugar a aprender, a enseñarme la naturaleza de las cosas, lo que de verdad es, lo que nunca fue creado pero siempre existió.

Hoy doy un llamado a todos los demás que nos somos abatidos todos los días, los que perdemos la vida con la entrada de personas a nuestras vidas, solo toman esas personas. No escucho, pero siento lo que digo, siento las palabras que escuché en otro momento, en otro plano, entiendo lo que dicen, pero sé otra cosa. Con cada palabra que me tomo, me roban una frase, pero aún así espero y me alegro al sentir que viene otra, con la espera de vida y no de más muerte. Nos volvemos más sensibles, con la esperanza de poder captar algo distinto, algo que dé forma a nuestro polvo, algo que estructure el despojo que ha dejado el amor, el despojo que una vez conocimos como alma y cuerpo, que hoy vemos como carbón. Tal vez lo que digo sea captado por alguien, sea abrazado por su alma y dé un poco de vida a las esponjas que nos ha dejado la vida y que algún día satisfaga la incomprensible búsqueda de afecto que da muerte a todos los seres extraños que sentimos…

P.D: Lo que más pesa en esta última hora, es la lealtad que me hizo encallar…