sábado, 21 de abril de 2012

Perú 2011


Hicimos pan tan blanco
para bocas ya muertas
Julio Cortázar


Este año no parece este año. Parece otra cosa, como si el año 2011 durara, solo por esta vez, 16 meses. Sobre esto ya he escrito, diciendo que lo cruel se alarga, como aquella mano amarga que camina sola. Esto que me rodea es Área City, bar de mala muerte, pero de muerte a fin de cuentas, que es lo que importa. Camino en línea recta (aunque no creo que sea cierto) de la barra hacia ésa que me ve y me deja de ver. Es una peruana que me ha dicho su nombre hoy. Luego lo repetirá algunas veces más, también me preguntará el mío, incluso cuando ella ya lo sepa. Pero no hay que adelantarse, primero hay que echarnos cosas en los ojos, así que compramos más cervezas. Bailamos de la única forma posible acá, dándole la mano a una cerveza, restregando los ojos por el cuerpo, dejando, a veces, que los pies se eleven un par de centímetros hasta tocar la manta negra que es la noche o que es el techo.

Al humo ya no lo dejan entrar, así que no hace calor, pero se sienten ganas. Como ahora, cuando parece que la peruana y yo estamos solos, que el bar se ha transformado en algo que no vuelve. Como si ya se hubiera acabado la noche y todos se hubieran ido corriendo, en fuga, con los ojos y las entrepiernas empapadas, casi como la peruana y yo.

Somos el cuarto trasero del bar, una esquina del rectángulo donde la luz no cae. Acá nadie nos puede ver. Pero eso es mentira, todos nos pueden ver, no hay nada especial que nos rodee, somos otro conjunto de labios que se aprisiona, viendo quien puede sacarle más al otro. Pero nosotros cerramos los ojos, que resulta lo mismo que si nadie nos pudiera ver. Esta noche se buscan cosas dentro de la boca, es como el ejercicio de la memoria. Movimientos fútiles, reflejos, subconscientes.

Somos la última tijera del mundo. Algo que si se ve en un bar no se entiende y que, curiosamente, asusta.