Mirá, vos me podés decir que no
te gusta desampa porque la calle es muy larga y siempre hay presas, o que no
bailás reggaetón porque tus amigos en el cole no tenían amigos. Y eso está
bien, no me molesta. Que ahora sea de noche y me escribás en francés nada más
agranda el misterio, pero no me digás que ser cursi es malo, porque si lo hacés,
no va más.
¿Por qué hablo de ser cursi?
Porque pienso que si ocupás alguien que se suba con vos a cantar karaoke,
cuando todo esté saliendo mal y casi no te sepás la pieza y el puntito te
parezca que pasa volando por encima de las palabras, yo puedo pedir otro
micrófono y decir con permiso y ponerme junto a vos cerquita, para que te
escondás si querés y cantar desafinado, haciendo como si nada pasara, como si
fuera lo más normal sumarme a mitad de la canción para decir “Soy inmune a la
muerte, no necesito bendiciones porque siempre tengo buena suerte, ven conmigo
a dar un paseo por el parque, porque tengo más cuentos que contarte que García
Márquez”.
Es eso, yo puedo cantar letras de
malas canciones y equivocarme al pronunciar cosas en alemán para impresionarte.
Todo eso no me importa. Mientras escribo esto me rasco mi rodilla izquierda y
pienso en vos riéndote. ¿Qué cursi, verdad? Yo no sé qué es la cosa. Ahora me
acuerdo de mi hermana en clases de ballet, acá en desampa. Luego de las clases,
cuando yo era un bebé que no caminaba ni hablaba, mi mamá le presentaba una
oferta a mi hermana, una retribución por haber cumplido e ido al ballet. Una
coca cola en bolsa y unos caramelos de vaca o un vestido nuevo para las barbies.
Mi hermana, a pesar de un gran esfuerzo racional, siempre terminaba escogiendo
la coca en bolsa y los caramelos, porque salía muy cansada y hacía mucho calor
a las cuatro de la tarde en Desamparados en el año 95.
Mirá, entonces, esa es una
historia menos que tengo que contarte la próxima vez que nos veamos. Puedo
aprovechar el tiempo y decirte que acá en desampa los barrios siempre han sido
escasos y por eso me cuesta tanto escribir diálogos. Y una vez que yo termine de
decir esto, me contarás vos una historia sobre tu infancia, dirás que tu nariz,
clara y espectacular, no te gustaba hasta que cumpliste 13, en esa época vivías
en un lugar muy alejado para mi mente, un lugar que desconozco. Así que luego
me contás, me dirás dónde cumpliste 12 años, dónde te dieron el primer beso en
la punta de tu nariz.
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