viernes, 28 de junio de 2013

Eiti

Si decís que sos bueno, estás mintiendo. Si decís que no te metés en las relaciones de otras personas, mentís aún más. Y es que hay algo en eso que te gusta, en encontrar hechos torcidos que suceden y amarrarlos juntos, no a tu conveniencia, sino con un fin estético que creés tener. Te gustan las cosas raras, te decís. “Bueno, no, las peculiares, las especiales” – te corregís.

Estás manejando mientras pensás estas cosas, la radio te habla poquísimo a esta hora, te das cuenta que no deberías seguir en la calle. Acabás de tomar esa ruta que tu padre hizo por mucho tiempo: pasás por el centro de Heredia, no te preocupás por el tren, llegás a la Pozuelo y luego es un brinco por circunvalación. Es fácil desplazarse, te es fácil desplazarte.

Ya en tu casa recordás con algo de pena que le contaste de Rafaela y del conejo en escala de grises que imprimiste en tu primera carta de amor. Dijiste también que no sos un gato, que sos un perro, ella dijo que no, que obediente no sos. Y es verdad eso, pero le decís, “no, yo soy un perro, pero el perro más hijueputa, el que si lo dejan hacer lo que quiere hace un mierdero”.

Mentira, no le dijiste eso. Bajaste la cabeza y dejaste que hablara, medías tus pasos, como hacen los perros más hijueputas. Los mismos que preguntan a las mujeres, en un tono de falsa inocencia, de ingenuidad aparentemente innegable “¿Qué estoy a punto de tocar?”.

Hoy mentiste mucho, pero más que todo dijiste la verdad. No te arrepentís, eso ya no va con vos, te has desapegado y has aprendido a aceptar lo que duran las cosas. “Tres minutos para algunos es una eternidad” – te decís pensando en el lóbulo de su oreja, en el roce con más cariño que has hecho contra la piel de un cuello. De ese cuello.

Ya es tarde. Estás en la hora en la que los mangos se caen de los palos. Tenés que ir a dormir, recuperar las energías perdidas durante el día. Por un momento te parece bueno que ya sea este momento, que irte a acostar y desprenderte de tanto que tenés en la cabeza sería bueno. Pero hoy no será tan fácil.

Te quedan dudas en la cabeza. ¿Es eiti una forma poco acertada de llamar a un número? ¿Mañana evitarás explicarle a alguien que tuviste una gran noche? ¿De quién hablaba la obra que vieron juntos? ¿De ella o de vos?

Realmente, más que todo, lo que te queda es la idea flotando de aquel poema que mal le recitaste, ese que se llama algo así como “El amor es una serie inclusiva”. Esa sensación no te la quita nadie.


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