viernes, 10 de agosto de 2012

San Pablo




Mis papás nacieron en una casa amarilla que yo no conozco. Eso sucedió antes de que yo apareciera, obviamente. El barrio estaba todo pintado del mismo color, bueno, por lo menos así se ve en las fotos, que son todas viejas porque yo no había nacido. En realidad yo me imagino que así son las fotos, porque tampoco es como que alguien me ha enseñado fotos del barrio de cuando yo no estaba vivo. Hacer eso sería peligroso.

Solo una vez, me acuerdo que pasamos al frente de la casa y me la enseñaron. “Nosotros antes vivíamos ahí” – dijeron mis papás, no al unísono, nada más hablando normalmente, uno lo dijo, el otro en un movimiento reflejo y telepático levantó la mano y señaló. Yo vi una pared larga y amarilla, luego el comentario de mi mamá “antes no tenía rejas, nosotros le pusimos una tapia atrás porque daba a un cafetal”. A mí nunca me ha gustado el café, y yo en esa época no conectaba bien las ideas, como ahora.

Es posible que otros días yo haya pasado al frente de la casa y no la reconociera. Como ayer (honestamente eso fue el domingo y no ayer, pero últimamente siento que las cosas solo pasan ayer). Entonces digamos que fue ayer que estacioné en ese barrio, era de noche, hace un montón que no andaba por ahí (en realidad últimamente estoy yendo mucho, pero eso es super reciente y todo bonito). No me acuerdo cómo era la casa frente a la que estacioné, pero me acuerdo que había un cafetal cerca y que me metieron una mano en el pantalón, antes me habían bajado el zipper y antes de eso me había llegado el olor de una mano que olía como a coco y cigarro. Pudo también haber sido su pelo.

Cuando mis papás vivían por aquí no tenían roommates. Bueno, ellos eran sus propios roommates y luego llegó mi hermana y fue feliz por un rato. Luego nos fuimos de la provincia para la capital. Y eso en este país significa tan poquito que no sé para qué lo cuento. Nos vinimos a vivir (lo digo así porque yo ya casi estaba cerca) a donde vivía un montón de gente que ahora sé quienes son. Por acá están mis tíos y tías, mis primitos, mi abuela, ahora viven mi abuelo y la hermana también, hay borrachillos que antes no eran y yo los vi irse deshaciendo (¿alguien me habrá visto a mí deshacerme?), ahora andan sin bañar, con polvo en la cara y no estoy exagerando, sus caras ahora están hechas de polvo. También hay una iglesia rara que se llama Nido de Águilas del Nido de Águilas, o puede que no y solo sea el recuerdo de una broma que tenía con otra persona, alguien que ahora vive en el barrio de mis papás, pero en el de los ochentas, no el de ahora, es decir, vive en un lugar donde yo no estoy vivo. Suena música de los ochentas cuando paso por ahí y veo casas que pudieron ser mi casa, pero que ciertamente no lo son o por lo menos ya no. Acá hay algo que se entrelaza.

Tengo una amiga en ese barrio. Solo una. No sé qué tan cerca de ella estará la casa de cuando mis papás eran felices pero diferentes. Ojalá no muy cerca. No me gusta el olor a muerto. El de la gasolina sí, pero no sé qué tiene eso que ver. El cuarto de mi amiga no sé de qué color es. Puede que siga siendo azul como se lo pintaron con intención equivocada cuando nació (los doctores no saben nada) o puede que ella, como reproche al pasado, lo haya pintado rosado. Yo también sigo peleando con el pasado. También es posible que el cuarto de ella sea blanco como el mío, que sirve para pasar desapercibido. Me gustaría pasar una noche ahí, en ese barrio de otras gentes, y que en la mañana mi relación con el barrio siga igual, o por lo menos, parecida, que no me empiece a acordar de los recuerdos de otras personas. Que no empiece a contar anécdotas de gente feliz que quiere a su barrio. Nada más me gustaría despertarme y olerme las manos y el pelo y que me huelan como a palomitas.

Hasta ahora, nunca había andado de noche por ahí. Vieras que no suenan perros, no sé si podría vivir así, en un lugar tan tranquilo, sin gente enemiga, sin ventanas que se inclinan sobre mi patio, sin un caballo fantasma que camina por el cafetal y asusta a mi perro. Ahí hay poquita gente en la calle, en los parques hay gente que fuma, pero casi no hay nadie.

De cuando era pequeño yo no me acuerdo de casi nada. Es posible que en alguna visita a la casa de mi tía, que vive cerca de ese barrio, hayamos tenido que desviarnos para evitar las presas mientras nos devolvíamos a la casa, casualmente terminando en un punto de ese barrio y en ese momento yo haya dicho que me quería quedar a jugar. Es poco probable, pero de nuevo, no tengo memoria de que no haya sucedido, así que tal vez mis papás frenaron, nos bajamos del Honda azul, “el Hondilla” le decía mi papá, y pude jugar ahí, en ese barrio, donde mis papás nacieron como papás. 

Luego de eso, seguro yo me monté al carro todo despeinado y feliz, seguro solo sonreía, así le dicen mis papás a estar feliz.

Tal vez si en ese barrio hubiera habido un pedacito de río cerca nos hubiéramos quedado más. Yo hubiera nacido ahí y no en la capital, donde las cosas no han andado tan bien. También hubiera conocido a mi amiga antes, que eso es importante porque ahorita seguro me voy y no de vuelta a la capital, como hago a la medianoche, luego de que di vueltas por su barrio, luego de que escondí mis manos en lugares lindísimos. Si no que me voy más largo.




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