lunes, 5 de diciembre de 2011

Baños


Me basta mirarte para saber que con vos me voy a empapar el alma

Un tal Julio

Desde el principio no murmuramos, nos saludamos un par de veces, casi sin saber quién era el otro.

No intentamos meternos en una misma bolsa y decir que no a algunas cosas y decir que sí a otras. Al principio intentamos el saludo fraterno, los chistes, las caminatas llenas de otra gente, pero creo que eso no funcionó.

Un extraño invisible se nos acerca por detrás. Sube, abre las cortinas y dice diciembre, dice enero. Hace planes. Organiza las tardes y las noches para que trasciendan a las barreras de contención, que la preocupan a ella. 

Las luces se han encendido, aunque no las veamos, igual que las nubes, que sabemos que también pasan.

Esto que se baila es una contradanza. Un baile que resulta caminar hacia atrás, rompiendo el movimiento tradicional de los ojos que se ven entre tanto aire; las manos se tocan, cientos de años después de haberse conocido.

La canción de la danza no es una palabra verdadera, pero eso no nos importa (ya se ha descubierto un lugar adecuado para existir). Los primeros 12 segundos son su voz que habla en un idioma nuestro. Sube y baja, sopla y perdura. También está el tacto de la mano fantasma que hace un canal entre el pecho, o el muslo o el ojo, que inevitablemente se quiebra.

Y creo que tengo todo el derecho de dejar el resto para nosotros. De usar el tiempo y el espacio aquí presentes para describir la iluminación de ciertos espacios que la rodean. Como hoy, el humo rojo, el cielo dejándose caer en pequeñas gotas que nadie más nota, los edificios, imprudentes, se asoman a verla mirar el cielo. Sobrevivo a la noche. Me espera el día. Corro haciendo una danza que devuelve el tiempo o que más bien lo cambia.

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