miércoles, 15 de abril de 2009

Contemporáneos

Buscaba 3 cosas cuando llegó a Constancia, un lugar donde pasar la noche, un lugar tranquilo donde escribir y un colaborador para su crimen. Leo consiguió la primer cosa a los 20 minutos de llegado a la ciudad de Constancia, luego de acomodar sus pocas pertenencias en un pequeño cuarto en el centro de la ciudad, salió a caminar. No caminó 3 cuadras para encontrar la segunda cosa que buscaba. Vio una pequeña mesa, justo antes del destartalado muelle. Era una mesa vieja, de cemento agrietado, en el cual las plantas iban envolviéndolo poco a poco y encima de esta, una pequeña flor se percibía. Ahora quedaba encontrar lo más difícil.

Leo sabía que aquí iba a encontrar (Leo sabía que aquí iba a encontrarla). Como si fuera algo ridículo, alistó su mejor ropa para ir a Constancia, él sabía que hay cosas que ni el tiempo arregla.

El segundo día Leo salió a buscar alguien que le solventara el peso de estar solo en el crimen. Primero se acercó a un niño, pero al verlo se acordó de él mismo a esta edad, luego fue donde una prostituta que recién despertaba en un callejón, pero antes de tocarla, supo que esa mujer ya había sufrido suficiente. Luego se acercó a una iglesia e intentó capturar a un sacerdote, pero luego de haberlo tomado por los brazos, se asustó y comprendió lo inútil de esto. Decepcionado y necio se sintió. Caminó de vuelta a su cuarto. A partir de este momento, todo estaba cuesta arriba.

El tercer día fue un lunes. Se sentó en un pequeño parque que no contaba con árboles, cerca del mercado, hablándose a sí mismo, mientras ella pasaba frente a él.

Y si alguien viniera y le quitara el bolso y corriera – Se decía mientras veía la explanada – Yo podría correr y detenerlo.

2 comentarios:

Luis dijo...

Leo debería visitar a la psicóloga. :D

P.S: ¿Smart? ¿Qué insinúa? >:(

CATA dijo...

juanjo...
otro nivel.
excelentisisisisisisimo!!!