martes, 28 de abril de 2009

La ciudad está despoblada.

Hay cosas que se cuidan porque no valen la pena y se esperan para no verlas pasar. Porque no importa lo que traigan, ya que nada nos pretendemos llevar y no importa lo que digan porque no producen más que desvelos.

Y no me acuerdo de cuando me pidió una taza y yo le soplé el cabello. Ni que la tos se vuelve de barítono porque las palabras se quedan cubiertas en la garganta. Es que hoy se oyen cánticos de piel quemada, cuando se ve que las caras se acercan y uno no se acuerda de nada.

Porque hoy no hay nada que llorar. Alajuela es un desierto.

jueves, 23 de abril de 2009

...de la comunicación

No sos cosa de 5 minutos, tenés ideas que se aferran a mí, como oler estrellas y pedir deseos. Cosas que me ponés a hacer, cuando no tengo cómo contar lo que cala la piel. Porque hace mucho que descuido el rocío que te quiero alimentar, como que no lográs impregnarte el cariño. Y terminamos prendiendo los 3 colores del semáforo

Pero te busco, apartando intensidades y aromas, porque hay un trasfondo y el velo se va a correr, para no dejar de pretender y de soñar, para sentirme cercano a algo, que no se acaba cuando se le tira al viento.

No significa que no. Sí, piénselo. Deje de escuchar al espejo, porque es diabólico y huele el miedo. Porque soy yo el que se asusta y la impregna en la mente. Porque la historia sigue, pero nosotros la repasamos todas las semanas.

domingo, 19 de abril de 2009

Cronómetro

Si ahora estoy aquí es porque va a funcionar. Si tengo que comerme la casa y el paso techado para que funcione, va a funcionar. Porque ya no me queda mucho tiempo aquí, esperándola, porque su reloj no sirve o en realidad es un reloj que no suena y mucho peor porque usted no oye y no está para que le hable y le exponga y le diga que un libro es como un río, porque cuesta mucho que dos personas se vean y si se ven, se les olvida a los 15 segundos, porque todo lo importante no dura más de 15 segundos.

Suspire por más de 15 segundos para que vea cómo se siente morir.

Le voy a repetir la pregunta que se contesta con no.

Espérese, todavía no le he preguntado nada.

¿Cuántos segundos quedan?

miércoles, 15 de abril de 2009

Contemporáneos

Buscaba 3 cosas cuando llegó a Constancia, un lugar donde pasar la noche, un lugar tranquilo donde escribir y un colaborador para su crimen. Leo consiguió la primer cosa a los 20 minutos de llegado a la ciudad de Constancia, luego de acomodar sus pocas pertenencias en un pequeño cuarto en el centro de la ciudad, salió a caminar. No caminó 3 cuadras para encontrar la segunda cosa que buscaba. Vio una pequeña mesa, justo antes del destartalado muelle. Era una mesa vieja, de cemento agrietado, en el cual las plantas iban envolviéndolo poco a poco y encima de esta, una pequeña flor se percibía. Ahora quedaba encontrar lo más difícil.

Leo sabía que aquí iba a encontrar (Leo sabía que aquí iba a encontrarla). Como si fuera algo ridículo, alistó su mejor ropa para ir a Constancia, él sabía que hay cosas que ni el tiempo arregla.

El segundo día Leo salió a buscar alguien que le solventara el peso de estar solo en el crimen. Primero se acercó a un niño, pero al verlo se acordó de él mismo a esta edad, luego fue donde una prostituta que recién despertaba en un callejón, pero antes de tocarla, supo que esa mujer ya había sufrido suficiente. Luego se acercó a una iglesia e intentó capturar a un sacerdote, pero luego de haberlo tomado por los brazos, se asustó y comprendió lo inútil de esto. Decepcionado y necio se sintió. Caminó de vuelta a su cuarto. A partir de este momento, todo estaba cuesta arriba.

El tercer día fue un lunes. Se sentó en un pequeño parque que no contaba con árboles, cerca del mercado, hablándose a sí mismo, mientras ella pasaba frente a él.

Y si alguien viniera y le quitara el bolso y corriera – Se decía mientras veía la explanada – Yo podría correr y detenerlo.

miércoles, 1 de abril de 2009

La Psicóloga

Entre el cielo y la tierra, usted y yo. Y nosotros.

Se dejan pasar las sogas en la oscuridad, es como una paradoja – Decía el poeta, mientras frente a él se tomaban notas de cada palabra. – Su enagua pasa flotando, ella es ligera y se me escapa por entre los dedos.

(Él todavía la puede tocar, a veces con sus recuerdos, a veces con sus nostalgias, pero, la toca.)

La memoria debería tener llave. Y que la pudiéramos perder. – Se queja el poeta, mientras su cara se le torna gris.

(Así piensa él, sigue sin entenderlo. Los simulacros y las vivencias, sus pies y las presencias, no sabe a quién se puede acudir cuando simplemente se quiere dejar todo.)

No sé qué es lo que debería hacer en este momento, es que ella proponía que nos matáramos, que este amor era el clímax, más allá sólo nos decepcionaríamos. Pero ella ya ha muerto, su guía me llega como desde lejos, creo que ahora verdaderamente estamos lejos, por eso estoy aquí.

(Yo solvento pasiones y quemo almas. Él ocupa una opción. Yo los aconsejo, los dejo morir.)

De esta forma, hizo pasar al poeta al cuarto de atrás, lo abrazó, lo besó. Lo desnudó y lo llevó a un sofá. Él se entregó de lleno, poco a poco iba dejando atrás todo lo que lo ataba y lo hacía sufrir, sólo ocupaba ese afecto.

Luego, el poeta ya se sentía tranquilo, su mente despejada, feliz, entendía que todo continuaba y que el peso cambiaba, lo dejaba para que continuara. Mientras se vestía, agradecía. Lloraba al reencontrarse con todo lo que había perdido. Antes de salir de la habitación sintió un frío mercúrico bajar por su espalda, luego cayó al suelo.

(Es mejor que se vayan con una mente tranquila y de manera explosiva)

Entre el cielo y la tierra, usted y yo. Y nosotros.

Ese es el slogan del consultorio, era un lugar al que los suicidas acudían.