Esto termina con mi persona
montándose en un taxi con medio cigarro fumado o medio por fumar. Yo, mi persona en
este momento está hecha mierda, lo digo. El taxista no sabe nada, no sabe esto.
Uno de mis mejores amigos va a la par y no sabe qué decir porque lo entiende
todo. Me acabo de despedir de Ari, la abracé por primera vez desde aquel Halloween
del 2011.
Acabamos de terminar una noche en
la que pasamos disimulando, cuando la saludé entrando al bar hizo mala cara o
no hizo cara, no aceptó el compromiso de dos ex’s que se vuelven a ver. Yo
actué estelarmente, le dije hola-todo-bien. Si hubiera sido más descarado le
hubiera dicho hola-cómo-estás. Pero yo también estaba cagado. Decía, no nos
vemos desde hace casi seis meses y hace dos años terminamos, qué mierda.
El taxista me cuenta que él
estudió filosofía y que la primer wila que lo despichó no se la prestaba. Yo no
podía decir nada, iba en el taxi llorando, he llorado en un taxi, primera vez
en la vida. Una vez, con Ari, después de una fiesta de Halloween, íbamos hacia
mi casa y nos íbamos metiendo mano, fue lindísimo. Ahora yo me devuelvo a mi
casa, la acabo de abrazar, lloro como un imbécil, como un mae que no acaba de
tener dos años para superar la vara.
David no dice nada, sabe que no
hay lugar por el cual moverse, sabe que no hay lugar para el cual moverme.
Temprano le dije a Ari que en mi documental ella salía y me dijo que prefería
verlo antes para no llorar en una sala de cine con todas esas personas que no
saben lo que es no superar a alguien. Le dije que no, que llorara. Pero hoy
solo lloraba yo, le solté mis mejores lágrimas y ella estoica y comprensiva
dijo poquísimo y está bien. Sus ojos me dicen “huevón, supere esta mierda, no
jale hacia atrás a los que no estamos atrás”. Y tiene razón.
Acá, en mi casa, el taxista que
estudió filosofía y no terminó la carrera, todavía resuena en mi cabeza. “Ese es
el dolor del crecimiento”. Crezca huevón, esto me lo dice sin decírmelo. Tiene
razón, todos tienen razón menos yo y mis papás. Se mueren figuras de cuatro
patas, aquel perro que a Ari le caía tan bien se va a morir. Aplica ese
movimiento tan natural de olvidarse de que hay otra gente aquí además de
nosotros.
Temprano en el baño, yo le decía
a uno de nuestros amigos, el menos, que podría reconvertir a la mae lesbiana,
que a esa yala, entonces son dos toques, pero ¿para qué? Me diría el taxista,
vos no querés estar ahí. Y qué verdad, este taxista que le falta el tcu y tres
cursos de filosofía para tener el cartón sabe todo.
Estuvo en clases con mis amigos y
mis profesores, que son lo mismo en filosofía. ¿Y qué puedo hacer yo? ¿Decir
que aprendí más de un taxista cuando iba llorando camino a mi casa con un amigo
mudo? No, nadie le haría caso a eso, ni yo puedo hacerle caso a eso, que ni
estoy ebrio, que ni he estado ebrio en años desde que eso único que me tocó lo
que ocupaba que me tocaran dijo que era hora, que se había acabado el juego que
llevábamos, por casi dos años.
Me voy a dormir, que en realidad
es irme a acostar y dar vueltas en la cama que le enseñaron hace poco a Ariana.
En una pared está Hopper, en la otra está El Ojo de Magritte y cosas y cosas
por todo lado que me gustaría haber estado presente para enseñarle, pero no se
pudo y ya no se podrá y está bien, porque en esta mañana, en esta noche de 7 pe
eme, yo no me esperaba desfallecer en una mesa de madera falsa. Porque nadie se
espera estas cosas, empezar una clase en el aula 205 y que se le meta ahí mismo
alguien que hará imposible decir que las vidas no se tocan. Alguien que no
tendrá que ser un punto y coma, un borrador exclusivo para la vida, eternamente.
Porque hoy me di cuenta que la eternidad dura lo mismo que mi vida. Y eso no
suena tan bien, pero es así, la eternidad es Ariana, sonriendo con unos dientes
nuevos, que no eran los nuestros, es Ariana viendo estoica el metro-ochenta que
la ve con ojos en sangre.
La eternidad es el agotamiento
que históricamente hemos preparado para que alguien, ella, venga a ejecutar.
Entonces quiero agotarme pero no quiero que nos volvamos a ver o por lo menos
nunca más cara a cara porque yo la veo todos los días, aquí y allá y ese pelo
no es tan raro y es usual y puedo cerrar los ojos y ver los dientillos de antes
y que sean lindísimos y verla montádose a mi carro, recién cambiadas las
medias, porque es viernes y 2009 y llovía y los pies se mojan y ahora vamos a
salir juntos por primera vez y nadie tiene que saber que esto está sucediendo,
solo Rebe que cierra una puerta y Ari que cierra otra y se monta al carro y nos
vamos, nos vamos a un lugar para nunca poder echar marcha atrás.