Hola, mirá, te escribo desde
Chipre, es el 15 de setiembre y quién sabe cuándo te llegue esta carta. Bueno,
no es una carta, es más como una tarjeta postal. Podrás ver en la parte
posterior el atardecer de la ciudad en la que estoy (todavía no me queda claro cómo
se pronuncia), yo estoy cerquita de esa torre que se ve al fondo, es un faro.
Justamente en este momento que te escribo también atardece y me doy cuenta que
esa palabra siempre me ha gustado, “atardece”, suena bien, ¿no? Pero bueno, te
decía, 15 de setiembre y yo acá tan largo. Mi primera exnovia cumplía el 15 de
setiembre, ¿te acordás?
Vos sabés por qué estoy acá,
haciendo que paseo. Siempre dijiste que si en algún lugar del mundo yo iba a
encontrar gente parecida a mí iba a ser en Chipre y lo más raro es que tenías
razón, acá parecen mis primos, pero
hablan rarísimo y no como sucede con mis primos de verdad, los de Guanacaste, a
esos nunca los he podido vosear y por eso siempre ha habido una barrera natural
entre nosotros. Con estos de aquí tengo el problema de que no hablamos el mismo idioma y ya he agotado todos mis recursos para derretir esa distancia automática que existe entre los
que crecieron en lugares diferentes, pero no logro nada.
Siempre decías que el tono
interrogativo que uso para decir “¿no?” rompe las defensas. Acá no pasa así, no
saben qué es no y eso sería bueno si supieran qué es sí, pero tampoco pasa eso.
Me estoy haciendo bolas con esta
carta, pero es que hace rato no te digo nada y lo último que me escribiste fue un
toque feo. Me pusiste que no creías en la magia hasta que me viste desaparecer.
Eso es la letra de aquella canción que te gustaba, ¿no?
Hoy me acuerdo de vos y de la
cumpleañera y que ella decía que por nuestra casa siempre había presas, pero vieras
la falta que me hace ahora la casa y las cosas que la rodeaban, los cultos evangélicos, las mueblerías. Todas esas
cosas que nos acompañaban ahora me parecen buenas y las presas se ven como un
problema tan menor. ¿Quién diría? Yo diciendo que los cultos son cosas buenas.
Me gustaría que te vinieras ahora
mismo para acá, porque parece como si fuera cuando éramos niños (yo sé que vos
y yo fuimos niños en lugares diferentes, pero entendés lo que quiero decir,
siempre lo hacés). Una lágrima tuya mojaría también este país.
Notás que acá abajo todavía me
queda espacio para decirte un par de cosas más, pero no puedo, ya no puedo
decirte más. Ayer caminaba por la ciudad y hacía frío y yo no entendía muy bien
lo que pasaba y pensé que lo más similar a la nieve en Costa Rica es caminar
con zapatos por la playa y majar las piedras y sentir como se hunden.
Acordate de eso, acordate de eso
siempre.